Once upon a time… in Hollywood
Un film de los 60’ con la tecnología del 2019 ¿Una película de culto?
Quentin lo hizo de nuevo. En su novena película, y la ante última de su carrera (antes de retirarse del cine) según le ha confesado a los medios en diversas entrevistas a lo largo de los años (dado que solo planea tener diez en su haber), ‘Érase una vez en Hollywood’ o ‘Había una vez en Hollywood’, es la película más y menos Tarantino conjuntamente.
Confuso, ¿no? A nivel visual, estilístico y estético respeta mucho del autor. Pero, a su vez, nos presenta un punto de vista más personal, atravesado por las vivencias del director en el cine de la época, en su infancia, en Los Ángeles de los años 60.
Es una película que dividió a la crítica, no es taquillera, aunque a muchos conocedores de cine nos encantaría que se vuelva masiva. Sin embargo, fue muy bien aceptada por el público en gran medida. Están aquellos quiénes la amaron y la odiaron. Pero uno no se vuelve un director del calibre de Tarantino sin esta dualidad. ¿La analizamos juntos?
Antes de empezar, hay que aclarar que todo lo que se hable en esta nota es un punto de vista personal, mi interpretación y análisis de ‘Once upon a time…’ y lo que considero importante destacar.
También quiero decir que siento cierta nostalgia por el film dado que recientemente, como pudieron ver en otra nota de este blog (blog de una viajera), estuve en LA y Quentin acarició esa fibra sensible en mí. Sin hablar de la devoción por la historia del cine y este magnífico arte con el que convivimos y amamos.
Aclarado esto, podemos comenzar…
Para abordar este film, creo que hay que aclarar que muchos tienen errado el concepto de sobre lo que van a ver en pantalla cuando entran al cine. Muchas sinopsis y notas previas al estreno hablan de cómo el film se centra en los asesinatos de la familia Manson. La realidad es que, si bien es un hecho histórico fundamental a lo largo del relato, es bastante sutil su referencia. Esta no es la única película que toca el tema de Charles Manson y la muerte de Sharon Tate, pero no es la típica historia que se centra en el famoso líder del culto. Esta cuenta cómo sus crímenes impactaron a la industria y a la comunidad de Los Ángeles que, hasta la fecha, sigue fascinada con el caso.
Es un proyecto que nos transporta de vuelta a Los Ángeles de finales de los años 60 y que cuenta una historia familiar con el giro provocador, característico del director.
Tiene la estética de la época pero la calidad propia de la tecnología de la actualidad.
La película se centra en el panorama cambiante de Hollywood a finales de los años 60, cuando la industria empezaba a olvidarse de los pilares clásicos. La estrella de un western televisivo, ya veterano, Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), intenta amoldarse a estos cambios en la industria y revivir su carrera, al mismo tiempo que su doble y amigo (Brad Pitt). Sin embargo, la vida de Dalton parece estar ligada a sus raíces de Hollywood, puesto que es vecino de la actriz y modelo Sharon Tate (Margot Robbie) y Roman Polanski (Rafal Zawierucha). Y tiene como trasfondo el infame caso de la familia Manson y el brutal asesinato de Sharon, que impactó a la industria y dejó a la ciudad, y al mundo, en estado de shock.
Me atrevería a decir que es la película más cine moderno en la que se vio involucrado el director. Es muy importante lo que sienten sus personajes, más allá del accionar, los acontecimientos acompañan a los sentimientos y ellos nos muestran lo que les sucede en consecuencia. Algunas situaciones parecerían no tener sentido alguno en la narrativa porque eso está sucediendo internamente en cada uno de los protagonistas.
El ritmo narrativo resulta bastante extraño, respecto a lo que estamos acostumbrados nos presente Quentin. De hecho, podríamos decir que todo lo anterior a la secuencia final es una larguísima exposición que, más que revelar carácter e intención en los personajes, los utiliza para pasearse por el Hollywood de fines de los 60. Incluso vemos parodias de la época en el estilo visual de noticiarios, programas y películas; oímos su música en radios de coches e interiores; contrario a lo que hace generalmente, en esta película utiliza mucha música diegética (perteneciente al mundo donde ocurren los acontecimientos narrados).
Si antes el tiempo era convencional y llanamente dramático, ya que todo lo que sucedía en pantalla estaba diseñado para contar la historia, ahora Tarantino se conduce con calma, para desarrollar a los personajes y su sentir es lo que conducen verdaderamente el relato.
El modo en que utiliza los tiempos relajados y distendidos para que el amor por sus personajes nos genere empatía. En la amistad masculina –entre Leonardo DiCaprio y Brad Pitt– hay pocas secuencias climáticas. No hay muchos cineastas que sepan definir a un personaje mientras lo filman conduciendo o dando de comer al perro, sin otro objetivo que pasar un rato con él, y acompañarlo.
Quentin Tarantino nos ofrece un popurrí, donde sus referentes favoritos —cinematográficos, musicales, culturales— se asoman para que la audiencia los reconozca y los disfrute tanto como él mismo. Aunque no aparecen citas a otras películas o géneros cinematográficos como en sus otros films, sino más bien recursos estilísticos. La elección musical, de los tamaños de plano, movimientos de cámara, la utilización del corte directo en vez de los fundidos a negro. La historia no está recreada tal cual ocurrió, sino que mantiene un misterio que un buen conocedor de la historia del cine podrá sacarle provecho en su totalidad. Es una película que requiere un cierto grado de conocimiento del Hollywood de los 60′.
Es un recorrido sentimental que concluye con una desproporcionada y violenta venganza, que pareciera ser parte de otra película del autor, quizá para recordarnos quién dirige la película; pero siempre siendo verosímil en el universo en que sabemos suele envolvernos.
Personalmente no creo que Tarantino haya hecho una obra maestra con “Había una vez… en Hollywood” pero es, probablemente, su película más íntima y personal. Es una oda a la ciudad de Los Ángeles que él conoció cuando era pequeño y vio reflejada en tantas películas y series a lo largo de su vida.
Es una película de reflejos y de referencias. Tarantino transforma la realidad como pocos saben hacerlo, con la magia que lo diferencia. Habla a conciencia de aquel tiempo en el que la crisis del viejo sistema de los estudios tocó techo y aparecieron las películas y los nombres del ‘Nuevo Hollywood’. Pero lo hace a su manera, con su toque característico; mezclando personajes reales e imaginarios, dibujando un mapa creíble de aquel tiempo de cambios y suministrando su amplio conocimiento sobre la industria.
Es un homenaje y una crónica. El director sabe contarnos una época real y desentrañar algunas de sus claves sin que parezca que lo está haciendo. Esa es una de sus muchas virtudes ahora que, por primera vez, no hace un pastiche posmoderno de un género o una tendencia, como en sus anteriores películas, sino que habla del propio cine, atravesado por sus vivencias personales.
La película tiene muchos momentos random ligados perfectamente entre sí, sin utilizar, en esta ocasión, las largas secuencias basadas en conversaciones que suelen caracterizar a Quentin. La pelea del ‘stuntman’ interpretado por Brad Pitt con Bruce Lee; el diálogo entre la dubitativa estrella encarnada por DiCaprio y la niña actriz en el break de un rodaje. Los paseos en coche de Pitt por la ciudad de Los Ángeles escuchando música por la emisora de radio; la fiesta Playboy en la que coinciden Tate, Polanski, Steve McQuenn y las dos mujeres de Mamas & The Papas, Mama Cass y Michelle Phillips. El plano de Pitt reparando la antena en el techo; o la muy tensa escena en el rancho donde antes se rodaban wésterns y ahora viven los miembros del clan Manson, entre otras.
A modo de resumen quiero destacar la actuación magistral de Leonardo DiCaprio que, con el paso de los años, se vuelve como el buen vino, cada vez mejor.
Estética y estilísticamente es una obra de arte. La ambientación de Los Ángeles en los años 60 te transporta a esa realidad, como si estuvieses ahí o lo hubieses vivido en carne propia. El vestuario; tanto en la película como en las escenas que representan las series en las que actuaba Dalton, cada una representa a la época, tiene su propia impronta y funcionan a la perfección en conjunto; la dirección de fotografía y las locaciones. La elección de los tamaños de plano, los saltos sobre el eje para pasar de un lado a otro del mismo, como te transporta y te mueve entre escenas, y movimientos de cámara son sublimes. Visualmente tiene un atractivo que cautiva. Y musicalmente es impecable.
La película termina con un giro argumental, nos abre la posibilidad que nos hace maquinar en nuestra vida cotidiana. Qué podría haber pasado si los acontecimientos se hubiesen dado de manera diferente. Algo que ya el director nos presentó en “Inglorious bastards”.
El cine nos permite reescribir la historia, entonces ¿por qué no hacerlo?
Todavía le quedaría una película pendiente al director, ha confesado en algunas entrevistas que podría retirarse después del estreno de ‘Once Upon a Time in Hollywood’: “(…) Si es realmente bien recibida tal vez no llegue hasta las diez. Quizás me detenga ahora mismo o más adelante. Ya veremos”. Esperemos nos deleite con una última obra maestra.
Es un film del que salí del cine pensando a cien mil revoluciones, intentando unir todo lo que ya conocía de la historia del cine con lo que estaba viendo en pantalla, intentando interpretar y digerir lo que había pasado. Estéticamente me voló la cabeza, pero no sé si la considero la mejor película del director. Me parece excelente pero más por motivos estilísticos que de relato.
¿Es entonces una película de culto? Posiblemente.
Es un film que podés disfrutar sin conocer a fondo la historia del cine dado que, con un poco de cultura general, podes interpretarla fácilmente. Pero, vas a disfrutarla mucho más si tenés un background cinéfilo, por mínimo que sea, sin duda alguna.
¿Ustedes que opinan? ¿Les gustó? ¿Consideran ésta la masterpiece del director?
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Escrito por Camm
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