The Morning Show: Review
La otra cara de los medios
Cuando terminé la primera temporada, quise escribir al respecto. Pero, dado que justo estaba estrenándose la segunda, sentí que lo más sensato era verla completa antes de hablar de ella. Hoy me pregunto si esto no fue un error.
Debo reconocer que los primeros episodios me encantaron, quizás porque es un medio conocido y me sentí identificada con determinadas cuestiones que hacen al entorno. Sobre todo desde el punto de vista de la mujer y el trato que recibimos como tales en la industria. He hablado reiteradas veces de esto en otros artículos que pueden pasar a leer en el blog. Me encontré inmersa en un relato que fluía con facilidad, llevándome por las diferentes situaciones de manera natural.
Fue con esta confianza ciega con la que esperé terminarla antes de escribir al respecto. Y, si lo hubiese hecho hablando solo de la primera parte, los resultados serían muy diferentes. Creo firmemente que la season 2 se desvió del camino que venía pavimentando su antecesora.
¿Vemos juntos qué pasó?
Si no la viste, y no sabés de que trata, te cuento a grandes rasgos. En una primera instancia voy a intentar no spoilearte, pero si seguís leyendo es probable que esto suceda. Por lo que te recomiendo, si estás interesado en verla, que no avances demasiado en la lectura.
The Morning Show parte de la premisa de que uno de los dos presentadores del programa matutino más importante de la televisión es acusado de acoso sexual, siendo inmediatamente despedido. Esto genera una crisis sin precedentes en un show cuyo seguimiento ya empezaba a mostrar ciertos síntomas de decadencia.
Alex Levy de Jennifer Aniston y Bradley Jackson de Reese Witherspoon son copresentadores tras el despido de Mitch Kessler de Steve Carell. Ellas comienzan una revolución cuando salen al aire para exponer la cultura tóxica y sexual inapropiada en su propio programa. El resultado es que muchos de sus colegas se quedan sin trabajo y la red prende de un hilo.
En su segunda temporada, el drama de Apple+ se vuelve caótico, desigual y torpe. Introducen el tema de la pandemia. Y es notorio el hecho de que no existía en el primer borrador del guión, más bien fue un agregado. El problema reside en que el relato transcurre en nuestro presente, apenas unos meses hacia atrás y nos habla como si no hubiésemos vivido la misma realidad que vemos en pantalla. Observamos a Daniel Henderson (Desean Terry), copresentador del programa, en cuarentena en Beijing después de la exposición al coronavirus en enero de 2020. Aparece en pantalla explicando el concepto de “distanciamiento social” a lo que Bradley, a modo de chiste, responde diciendo: “¿Qué? Siento que mi familia ha estado ‘distanciando socialmente’ durante mucho tiempo”. Not funny at all.
En la primera temporada, su manejo del movimiento en cascada #MeToo en lo que parecía ser una NBC ligeramente ficticia fue quizás un poco torpe. Pero se mostraba encaminado hacia un mensaje, una moraleja sobre lo repudiable que es ese tipo de comportamiento y como no volverá a ser tolerado nunca más.
Aún así, en el final, con el suicidio de la productora Hannah (Gugu Mbatha-Raw), luchando años después de que el presentador estrella Mitch Kessler la presionara para tener relaciones sexuales en una cobertura del noticiero en Las Vegas, es un poco confuso. En el mejor de los casos fue maltratada, en el peor de los casos explotada para conmoción.
Además, se siente como si tuviese dos tipos de acercamiento a esta revelación. En una primera instancia, cuando lo cuenta, “no queda claro” si fue en contra de su voluntad y luego, tras ir haciendo hincapié más en detalle, se termina de entender su postura. Hasta que explota frente a él cuando va a pedirle ayuda, para que lo defienda, y se desmorona cuando nota que el no reconoce lo que ha hecho. Cabe destacar que no es que no me quedo claro a mí personalmente, sino que, a través del manejo de los planos y la mirada de la cámara, se siente como si no estuviesen tomando partido frente a la situación. Como si fuesen observadores externos de la situación, más como si lo contaran de manera tibia para ver cómo es recibido antes de posicionarse de uno de los dos lados. Esto es lo que hace que constantemente estemos confundidos sobre qué sentir acerca del personaje de Mitch. Durante el transcurso de la primera temporada tuve muchas sensaciones encontradas.
En base a esto, se desencadena que, la forma de actuar de algunos personajes llega a resultar un tanto errática, sin seguir la lógica interna que los había definido hasta ese momento. Esto podría tener sentido en el caso de Carell, ya que no termina de saber cómo hacer frente a unas acusaciones que considera “injustas”. Una de las mejores escenas de los primeros episodios de la primera temporada, es la que comparte con Dick Lundy (Martin Short), un depredador sexual reconocido mientras él se resiste a asumir esa etiqueta. Podemos ver que no quiere identificarse con él, se rehúsa a ser esa persona, siente rechazo y eso es parte de lo que lo hace cuestionarse lo que hizo. Aunque, al compararse con actos aún más atroces, le quita importancia a sus faltas sintiendo que no son lo suficientemente condenables visto y considerando la postura de su par.
Es un programa que expone la falta de ética en el lugar de trabajo y las culturas de la complicidad de manera convincente. Como en la vida real, ninguno de los personajes manejó bien esas conversaciones, pero al menos lo intentaron. Esto refuerza la verosimilitud del guión, no sé si a propósito o sin querer, pero la confusión de los personajes y su falta de resolución frente a tales conflictos, los hace humanos. Así como el tiempo que le lleva a Alex reconocer que su compañero de trabajo, su mejor amigo e, incluso, ex amante; tiene defectos que necesitan ser repudiados y ella ya no puede mirar hacia otro lado, habiendo sido cómplice de sus fechorías. Necesita hacerse cargo, es por eso que lo termina exponiendo al final de la primera temporada.
Más allá de la trama principal, con las consecuencias que surgen directamente de la temporada anterior, con las demandas a las que se enfrenta la cadena, Alex Levy vuelve al ruedo. La serie se detiene para explorar cuestiones de identidad sexual, sexismo, racismo y el impacto que se tiene en redes sociales. Sobre todo haciendo hincapié en la cultura de cancelación incluida a través de un comentario inapropiado de Yanko (Néstor Carbonell). Una de las posturas más claras es la de Daniel, que desde la primera temporada se siente desplazado del puesto de presentador y los lugares importantes que podría ocupar en la cadena por su sexualidad y raíces.
No nos olvidemos que la base de esta serie es una adaptación vagamente inspirada en un libro y hechos reales sobre la era #MeToo. Utiliza como fondo para su historia tanto el libro ‘Top of the morning’, en el que Brian Stelter contaba varios casos de luchas de poder en los noticiarios matutinos, como escándalos que estallaron cuando la ficción estaba empezando a producirse, como el despido de Matt Lauer de ‘The Today Show’. O como Ann Curry, Meredith Vieria o Katie Couric, presentadoras de programas matinales de éxito que los abandonaron en medio de controversias variadas.
La recepción de los críticos fue tibia, aunque había varias cosas por destacar. Fue la actuación más convincente de Jennifer Aniston en años. Su carrera estaba en peligro de derrapar, ya que parecía contenta con caminar sonámbula a través de una serie de comedias medianas. Pero en The Morning Show se transforma en una potencia. Como copresentadora que puede o no haber sido cómplice del escándalo #MeToo en su programa, se le pide a Aniston que haga mucho. Tiene que ser sincera y poco sincera, furiosa e insegura, distante y necesitada, y lo hace perfectamente.
Cory de Billy Crudup es irresistible como un ejecutivo de medios cinético y amoroso que ama el drama (“¡el caos es la nueva cocaína!”). Si me permiten, me parece de los mejores personajes que tiene la serie. Él sí evoluciona de una temporada a la otra y mejora, sin lugar a dudas. Es una revelación.
Al igual que Succession, el retrato más ágil y afilado de HBO de los insensibles ejecutivos de los medios; The Morning Show ofreció acceso ficticio a las salas de juntas y las palancas de poder que la mayoría de nosotros nunca verá.
La ejecución, sin embargo, fue desigual. Las aspiraciones de conmoción se vieron empantanadas por desconcertantes elecciones de la trama, decisiones fuera del personaje y un enfoque confuso e innecesario en el viaje emocional de Mitch Kessler. Quien constantemente pareciera al borde de la redención, más allá de lo imposible que esto resulte; pero siempre le faltan diez para el peso.
No es que The Morning Show haya caído en picada, quizás esto es un poco exagerado; o incluso alcanzado su ritmo en la segunda temporada. Simplemente se ha estancado, perdiendo muchas de esas características que lo habían hecho diferente en la primera temporada. Incluso redoblaron la apuesta incorporando actores de renombre tales como Holland Taylor como presidenta de la junta de la UBA, y Julianna Margulies como ex presentadora diurna y el interés amoroso de Bradley.
También ha continuado abordando preocupaciones delicadas como el encubrimientos, pagos, los NDA, el privilegio del éxito corporativo sobre la seguridad, el simbolismo racial en el lugar de trabajo, pero de manera muy poco sutil.
Eso incluye su señalización de la calamidad pandémica. Como mencionamos algunos párrafos más arriba, la primera mitad de la segunda temporada tiene lugar a principios de 2020. Comienza con algunos planos de la ciudad de New York vacía, abandonada. Para regresar algunos meses hacia atrás y contarnos qué sucedió tiempo antes de que el mundo se ponga de cabeza con la llegada del COVID.
La línea de tiempo de The Morning Show es básicamente la misma que la nuestra. La lealtad a un tiempo presente profundamente documentado e hiperespecífico, para un programa sobre un programa que narrativiza las noticias, es un poco incómoda. Es simplemente inquietante. La fina capa de ficción a principios de 2020 es desconcertante. Preocupaciones por no cubrir lo suficiente el virus en enero, el arco de redención mal concebido de Mitch Kessler atascado en cuarentena en Italia, las menciones de Bernie Sanders y el alcalde Pete en las primarias.
Sin embargo, hay algo atractivo en la turbulencia, o al menos familiar, en el desorden. The Morning Show es la realidad que se apresura a representar.
The Morning Show nos deja el final abierto, esperando por más. Esto nos hace preguntarnos por qué querríamos otra temporada y si la justificación central de la química de Aniston y Witherspoon es importante si ninguno de los personajes representa o hace algo sustancial.
Ese es el problema cuando establece historias en el pasado cercano con la noción de hacer declaraciones sobre temas que son apenas relevantes.
La historia de la cancelación de Alex y la presentación de Paola Lambruschini (Valeria Golino) como una documentalista que simpatiza con el depredador sexual revolotearon en torno a una exploración de la posibilidad de redención y perdón. Pero dado que se ha establecido que vivimos en una era de cero consecuencias para los hombres en el lado derecho del poder, ¿qué importa eso?
A pesar de esto, me gustaría destacar que, personalmente, me resulta interesante el tema del documental y tener el punto de vista del victimario. Si bien esto no podría reivindicarlo ni hacer que el público lo perdone por sus crímenes, tener ambos puntos de vista en escena para que cada uno pueda sacar sus propias conclusiones, podría ser enriquecedor para la trama.
No estamos poniendo en tela de juicio si es o no culpable, o si podría tener una justificación válida para recibir el perdón o la redención. Pero si que el entendimiento de sus fallas y errores permitiría tener un acercamiento a la psiquis del protagonista. Sobre todo, tras la última charla que mantiene con Alex en vida, cuando le suplica que lo ayude a ser mejor persona, Mitch ya no quiere ser ese hombre al que cancelaron. Y lo que ella defiende en su funeral, por lo que es cancelada. Creo que sería interesante entender por qué alguien podría actuar de esa manera, no sé si como mensaje, pero si como descubrimiento para un espectador ya que somos ajenos a ese tipo de comportamiento.
Hablando de cultura de cancelación, no quiero ser cancelada por esto. Pero durante toda la primera temporada juegan con la posición que él ocupa y manejan la información para hacernos tener sentimientos encontrados respecto al personaje de Mitch. Esto ya lo mencioné anteriormente. Creo que enfatizando esto, con el documental y su punto de vista, la posición que pueda tomar el espectador respecto a lo que ve en pantalla, resulta más beneficioso que sólo quedándose con un único punto de vista. Sería brindarle las herramientas para que saque sus propias conclusiones al respecto. Es sólo mi humilde opinión, my two cents.
Volviendo a la segunda temporada. La historia de Alex imita a Chris Cuomo de CNN televisando su experiencia con el COVID después de que dio positivo en marzo de 2020 y continuó trabajando desde casa a medida que aumentaban sus síntomas.
Podríamos cuestionar la tonta decisión del devoto productor Chip (Mark Duplass) de exponerse voluntariamente a su enfermedad, simplemente para estar al lado de Alex y producir el flujo de conciencia en vivo. Personalmente, creo que esto se siente bastante forzado. Sobre todo, después de las reiteradas discusiones que mantienen estos personajes a lo largo de los capítulos. Chip se siente constantemente rechazado, buscando algo que nunca recibirá de su parte, pero se mantiene fiel. Incluso llevando esto al extremo en la discusión que mantienen en el auto, yendo a ver a Paige (Embeth Davidtz), ex mujer de Mitch para informarle sobre su muerte. Todos somos un poco masoquistas cuando de relaciones sentimentales se trata, pero resulta llevado demasiado al extremo.
Vemos lo mal que la pasa Alex en su enfermedad, pero esa no es la reacción que deseamos de una trama diseñada para actualizar las consecuencias para una mujer egoísta que voló al epicentro de una pandemia mundial (Italia) y puede haberla llevado a casa, exponiendo a todos sus compañeros de trabajo.
Y tal vez, en otra línea de tiempo, tendría sentido reflexionar sobre la justicia kármica de la condición de Alex, pero tampoco es el caso. Si quisiéramos reflexionar sobre el ajuste de cuentas del destino, se debería hacer hincapié en Mitch y su accidente de tránsito. Ya volveremos a esto más adelante.
Entonces, cuando Alex mira a la cámara y admite que está mirando hacia adentro y se pregunta quién quiere ser, es difícil preocuparse por su viaje guiado por la enfermedad. ¿Qué propósito sirve? No al espectáculo. No al espectador. Solo a ella. Daniel señala esto en su camino hacia la puerta después de que le ofrecen ser presentador del show, finalmente, y termina rechazándolo.
Al final del final, después de que Alex ha improvisado vacilantemente sobre si se merece todas las cosas terribles que le han sucedido y reflexiona sobre la posibilidad de una vida después de la muerte, se encoge de hombros. “Te veré más tarde”, dice mirando a cámara con una sonrisa. Y termina la temporada.
El problema reside en que The Morning Show ha matado al personaje cuyas fechorías habían iniciado su historia y cuyo castigo, o no, era su principal preocupación.
Al igual que el presentador de noticias Matt Lauer, Mitch perdió su trabajo después de haber sido acusado de cometer una conducta sexual inapropiada en la oficina; y ha flotado alrededor de los márgenes de la historia desde entonces. Si bien el destino de Lauer y de personas como él sigue siendo una cuestión irritante, la serie nunca pareció comprometida del todo a tomar una postura sólida al respecto. Al eliminar al personaje de la historia, ha mostrado una profunda falta de seriedad en el manejo del tema: la pregunta de qué se debería hacerse con Mitch ahora nunca tendrá respuesta.
Incluso teniendo en cuenta el pozo que había cavado el programa antes de la muerte de Mitch, esta es una oportunidad perdida. The Morning Show, a lo largo de los episodios, se ha posicionado como un drama sobre el movimiento #MeToo o, mejor dicho, uno que tratará sobre ese tema. Y la cuestión de qué debería hacer nuestra sociedad con los hombres que han hecho cosas malas fue pateada sin cesar por el camino, con el personaje de Mitch Kessler dando vueltas. En el anteúltimo capítulo, el último que lo presenta con vida, él y Alex Levy tuvieron una discusión larga y circular que no resolvió nada tan claramente como para sugerir más contratiempos entre estos personajes.
La negativa de The Morning Show a comprometerse con un punto de vista sobre Mitch parecía a veces rimar con los sentimientos no resueltos en torno a ciertas figuras culturales, incluso cuando esta serie vivía menos ambigüedad intencionada que simple confusión. En su primera temporada, mostró una incertidumbre fundamental acerca de quién era el personaje. Describió constantemente las formas en las que tenía una cierta sensibilidad exquisita y dolorida. En un jugoso final de temporada, revelaron que había cometido una agresión sexual y que la colega a la que agredió murió más tarde de una sobredosis.
Esto sugiere una cierta simetría ojo por ojo fácil en la muerte de Mitch. Pero hay una sensación más fuerte de que The Morning Show simplemente se quedó sin ideas antes de tener una buena. La estadía en Italia de esta temporada, en la que Mitch acampa en una villa y habla de la cultura de la cancelación con un documentalista local, fue un momento aguardado y en vano, especialmente si la resolución de la situación era darle una salida a Mitch. No es como si el espectador quisiera que Mitch fuera castigado, exactamente, y si lo hicieran, se podría decir que recibió el castigo máximo. Pero el programa había hecho un trato con su audiencia de que examinaría las cuestiones relacionadas con el movimiento #MeToo de buena fe y con curiosidad e inteligencia.
No es que la muerte de Mitch imposibilite que el programa continúe haciendo lo que sea que esté tratando de hacer. Pero revela que el interminable giro de la rueda del programa existe independientemente de cualquier personaje o de cualquier lógica narrativa. ¿Todo este tiempo dedicado a empujar y tirar a Mitch de un lado a otro sobre una línea imaginaria entre lo bueno y lo malo, solo para ignorar su muerte y señalar que el debate continúa? Es una señal de que los espectadores que confiaron en este programa para eventualmente descubrir la historia de Mitch perdieron el tiempo.
Me quedo con la sensación de que, en la primera temporada, asentaron las bases para tomar partido sobre los acontecimientos en la segunda, ponerse de un lado de la grieta. Y decirle al espectador, quién está ansioso de absorber este punto de vista, qué postura tomar. Pero termina confundiéndolo, sin darle las herramientas necesarias para que decida por sus propios medios.
El programa sugiere que el drama de The Morning Show ahora tiene su propio impulso, incluso si los espectadores ya no pueden entender lo que está en juego. Pero cualquier sentido de las posibles consecuencias se ha desvanecido. La cuestión de la justicia que el programa estableció como su objetivo principal ha sido eludida definitiva y permanentemente.
Es difícil ver a dónde puede ir, a partir de ahora, un programa que gradualmente pasó de ser sobre agresión sexual en el lugar de trabajo, el movimiento #MeToo y la cultura de la cancelación, a hablar sobre sí mismo. Supongo lo sabremos cuando se estrene la tercera temporada. Mi deseo es que vuelva a tener la fuerza que tuvo en sus primeros episodios. Y finalmente haga algo con todo lo que dejó en el tintero.
¿Ya la viste? ¿Qué te pareció? ¿Qué temporada te gustó más? ¿Sentís que realmente sostiene un punto de vista firme y toma partido frente a los acontecimientos que relata? ¿O que los cuenta desde una posición alejada, sin tomar partido? Nosotras somos fanáticas de Reese Whiterspoon y vemos todo lo que está haciendo, pero tenemos que ser fieles con nuestros lectores y decirles lo que pensamos. Aunque a veces no sea halagar a nuestras personalidades favoritas y sus creaciones.
Igualmente, te recomendamos verla, para que puedas sacar tus propias conclusiones. Los hechos que se relatan nos interpelan a todos y es importante que tomemos partido. Como siempre les decimos, mejorar el medio es un trabajo en equipo, juntos hacemos el cambio.
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Escrito por Camm
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